miércoles, 27 de enero de 2016

Mother; un precioso corto que muestra que una madre sola no puede con todo.

La maternidad lleva muchos años escondida en un cajón y por eso nos sorprende que sea el tema principal de un corto de animación. 'Mother' es un precioso corto que muestra que una madre sola no puede con todo, a pesar de que la sociedad insiste en hacernos creer lo contrario, en un cruce de discursos y normas de lo más contrarias, que lleva a las madres (y padres, de rebote) a una extraña y ambigua sensación.

https://vimeo.com/126077901

La maternidad lleva muchos años escondida en un cajón, explicada siempre como algo precioso a lo que hay que aspirar, algo que todo el mundo debería vivir (de ahí gran parte de la incomprensión hacia las parejas que no quieren tener hijos), y algo de lo que poca gente atreve a quejarse porque, aunque es algo que puede resultar agotador, parece mal visto mencionarlo.

Mal visto, porque se considera algo maravilloso y "no te quejes que todas han sido madres", pero a la vez es una maternidad escondida porque el sistema te empuja a dejar a tu bebé con solo 4 meses, a no amamantarle en público y a dejarle enseguida al cuidado de otras personas porque tú, mujer, tienes que realizarte a través de tu profesión.

Tanta presión por ser madre para que luego te digan que no te quejes y que seas una súper mujer, trabajadora y madre, en un momento en el que la madre sola no puede con todo. Por eso nos ha llamado la atención que un corto se haya dedicado a hablar de ello. Un corto realizado por un grupo de estudiantes de cine del Sheridan College (Oakville, Canadà), que ha sido nominado a los premios Annie Awards en la categoría de Best Student Film. Un corto en el que una madre llega al colapso en uno de tantos momentos en que desearías dividirte para poder llegar a todo, y ante la imposibilidad te derrumbas.

Una madre sola no puede con todo, así que quizás tengamos que empezar a gritar a la sociedad que madres (y padres) necesitan más soporte social, más ayuda, o como mínimo más comprensión y una mejor conciliacion.

sábado, 23 de enero de 2016

Culito irritado en el bebe, ¿que hacer?

Resultado de imagen de fotos bebes

Que tu hijo tenga el culito irritado es normal. Se trata de una de las partes más sensibles para del bebé y que más más posibilidades tiene de acabar irritada. Aquí encontrarás algunos consejos para cuidar esa zona de la forma que se merece.

El pañal y la caquita de tu bebé son los principales causantes de que tu bebé tenga el culito irritado. El ambiente cálido y húmedo es, además, el caldo de cultivo ideal para todo tipo de bacterias y hongos. Por lo tanto, sería bueno que cambiases el pañal de tu retoño a ser posible de cuatro a seis veces al día. Lo más seguro es que eso mantenga su culito limpio y seco aunque, incluso llevando el tratamiento adecuado puede surgir una inflamación de la zona.

¿Culito irritado a pesar de que lo cambias con frecuencia?

QUe un bebé tenga el culito irritado es algo normal hasta cierto punto. Puede pasar a raíz de una mala adaptación al pañal o a determinados alimentos "agresivos" para él, como pueden ser los cítricos o los pimientos.
Incluso si una madre lactante toma alimentos con alto contenido en ácidos, puede afectar negativamente e irritar el culito de tu bebé. Para saber cuál es el motivo exacto de esta irritación, lo más adecuado sería cambiar de hábitos alimenticios y probar otro tipo de pañales. Quizás debas probar con otra marca o incluso usar los de tela para estar más segura. Si tu bebé sigue teniendo el culito irritado llévalo al médico y comprueba que no tenga alergia a nada de lo que utilizas habitualmente con él ni a ninguna comida que le des.

Culito irritado: Primeros auxilios

  • Si su culito está irritado es aconsejable que intentes tan a menudo como sea posible hacerlo andar sin pañales.
  • Tienes que limpiarlo bien con agua esterilizada y eliminar correctamente el aceite corporal.
  • Asegúrate de que los pliegues de la piel están bien secos y hazlo con mucho cuidado.
  • Si tiene dolores en la zona puedes untarle una crema de zinc que le alivie, le prevenga contra la humedad y le cicatrice las heriditas.
  • Una alternativa es que utilices un aceite de caléndula que podrás encontrar en la farmacia. Tendrá un efecto anti-inflamatorio en su piel.
  • Si cualquiera de estos consejos no tiene un efecto positivo en la piel de tu bebé, no dudes en consultar con tu pediatra.

Culito irritado: Los sarpullidos

El sarpullido aparece cuando los conductos de la piel se obstruyen, apareciendo unos puntos blancos. Luego estos conductos se rompen surgiendo lo que conocemos como sarpullido. Diferentes son la dermatitis de pañal y también los hongos, que se producen por el contacto con la orina, las caquitas y también por la fricción con el pañal.
El resultado de todos estos factores combinados es una agresión continuada en la piel que termina produciendo una alteración de la barrera cutánea, con áreas rojas en las zonas de mayor contacto con el pañal, que pronto se erosionan y se sobreinfectan.
El sarpullido de un culito irritado se origina por el calor y la humedad proveniente del sudor o el contacto con la orina obstruyen los conductos de las glándulas sudoríparas, con lo que dichos conductos se rompen originando esos puntitos pequeños, el sarpullido. Generalmente los encontramos en el área que está en contacto con el pañal, las axilas, los pliegues de piernas, brazos, cuello, etc.
El sarpullido que se llega a originar por una dermatitis en la zona del pañal tiene características tales como el enrojecimiento leve y descamación en el lugar donde el pañal toca la piel de su bebé. En casos serios, puede causar la formación de granos, vesículas y otras ulceraciones o parches pequeños de color rojo o manchas que pueden esparcirse más allá del área principal del sarpullido, inclusive fuera del área del pañal. La clave para prevenir y tratar el culito irritado o el sarpullido asociado con el uso del pañal es mantener el área del pañal del bebé limpia, a temperatura fresca y seca.

sábado, 16 de enero de 2016

El uso prolongado del chupete, relacionado con problemas en el desarollo del habla


El uso del chupete está ampliamente extendido en la actualidad, la mayoría de los bebés llevan uno. Para los padres es un artículo casi mágico que calma al bebé, y además su uso durante el sueño está asociado a una disminución del riesgo de muerte súbita.

Parece no haber inconvenientes con su uso durante el primer año, siempre que se ofrezca tras haberse consolidado la lactancia materna (para evitar la confusión pezón-tetina) y teniendo en cuenta que los niños amamantados no lo necesitarías ya que conseguirían ese consuelo y succión a través de la lactancia materna. Pero no todo son ventajas. Su uso prolongado, sí podría traer inconvenientes, como por ejemplo, problemas en el desarrollo del habla.

Interfiere en el movimiento natural de la boca

Lógicamente, tener un chupete en la boca la mayor parte del día impide que el niño realice movimientos naturales que debe hacer para practicar los primeros balbuceos.

Los bebés necesitan mover la lengua libremente para un correcto desarrollo del habla. También se ven comprometidos la mandíbula y los labios, que al tener el chupete en la boca, impide que pronuncien los sonidos correctamente.

Por un lado, usar el chupete a todas horas impide que la boca se prepare adecuadamente para el hablar, y por el otro, al crecer y empezar a hablar, hacerlo con un chupete todo el día en la boca, impide que pronuncie correctamente los sonidos.

¿Hasta cuando usar el chupete?

La Asociación Española de Pediatría recomienda "limitar su uso hasta el año de vida, lo cual incluye las edades de máximo riesgo del SMSL y aquellas en las que el lactante tiene más necesidad de succionar".

Son poco los niños que lo dejan al año por la dependencia que se ha creado, pero más allá de esa edad tened en cuenta que aumenta el riesgo de problemas dentales, de accidentes o de desarrollo del lenguaje.

Somos los padres los que ofrecemos el chupete al bebé y los responsables de generar en el niño esa necesidad de usarlo a todas horas. Lo cierto es que el chupete no es necesario, hay otros métodos para calmar al bebé como cogerlo en brazos, colocarlo piel con piel y por supuesto, la teta.

Pero si váis a ofrecerlo, recordad estos consejos y procurar no darlo en todo momento, sino sólo para momentos puntuales como ayudarle a dormir, cuando llora o se pone nervioso y luego retirarlo

sábado, 2 de enero de 2016

La fiebre y como tomar la temperatura de tu hijo

Todos los padres han vivido alguna vez la siguiente situación: despertarse a media noche para encontrar a su hijo parado al lado de su cama, rojo, acalorado y sudando. La frente de su pequeño está caliente. De inmediato, sospechan que su hijo tiene fiebre, pero no están seguros de qué hacer a continuación. ¿Deben buscar el termómetro? ¿Deben llamar al médico?

Cuando se trata de un niño saludable, la fiebre no suele ser indicio de algo grave. Aunque puede asustar que la temperatura de su hijo aumente, la fiebre en sí no es perjudicial y, de hecho, puede ser buena; con frecuencia es la forma que tiene el cuerpo de combatir las infecciones. Y no es necesario tratar todos los tipos de fiebre. Sin embargo, la fiebre alta puede hacer que su hijo se sienta molesto, además de agravar problemas como la deshidratación.

Sin embargo, es fácil aprender cómo tomar correctamente la temperatura de su hijo cuando es más alta que lo normal. En este artículo, hablaremos de la fiebre, de cómo medirla y tratarla, y de cuándo llamar al pediatra.

¿Qué es la fiebre?
La fiebre se produce cuando el “termostato” interno del cuerpo aumenta la temperatura corporal por encima de su nivel normal. Este termostato se encuentra en la parte del cerebro denominada hipotálamo. El hipotálamo sabe qué temperatura debe tener el cuerpo (en general, alrededor de los 98,6 grados Fahrenheit o 37 grados centígrados) y envía mensajes al cuerpo para mantenerla así.

La temperatura corporal de la mayoría de las personas varía incluso un poco a lo largo del día: suele ser un poco más baja por la mañana y un poco más alta por la tarde, y puede fluctuar cuando los niños corretean, juegan y hacen ejercicio.

No obstante, a veces, el hipotálamo “reajusta” el cuerpo a una temperatura más alta como respuesta a una infección, enfermedad o algún otro motivo. Entonces, ¿por qué el hipotálamo ordena al cuerpo que varíe la temperatura? Los investigadores creen que el aumento de la temperatura es la forma que tiene el cuerpo de combatir los gérmenes que causan infecciones y de hacer que el cuerpo sea un lugar menos agradable para ellos.

¿Qué causa la fiebre?
Es importante recordar que la fiebre en sí no es una enfermedad; la mayoría de las veces es síntoma de un problema subyacente. Las causas potenciales de la fiebre son las siguientes:

Infección: La mayoría de las fiebres se deben a una infección u otra enfermedad. Al estimular los mecanismos naturales de defensa, la fiebre ayuda al cuerpo a combatir las infecciones.

Exceso de ropa: Los bebés, en especial los recién nacidos, pueden tener fiebre si están demasiado abrigados o se encuentran en un ambiente caluroso, porque no son capaces de regular su temperatura corporal. Sin embargo, debido a que la fiebre puede ser indicio de una infección grave en los recién nacidos, incluso los bebés que han sido abrigados en exceso deben ser examinados por un médico si tienen fiebre.

Inmunizaciones: Los bebés y los niños pueden presentar algo de fiebre después de haber sido vacunados.

Aunque la dentición puede provocar un leve aumento de la temperatura corporal, es poco probable que sea la causa de que la temperatura de su hijo esté por encima de los 100 grados Fahrenheit (37,8 grados centígrados).

¿Cuándo la fiebre es síntoma de algo grave?
En el pasado, los médicos aconsejaban tratar la fiebre sólo en función de la temperatura. Pero ahora recomiendan tener en cuenta tanto la temperatura como el estado general del niño.

Los niños con una temperatura inferior a los 102 grados Fahrenheit (38,9 grados centígrados) no suelen necesitar medicación, a menos que se sientan molestos. Esta regla conlleva una importante excepción: si su bebé tiene 3 meses o menos y su temperatura rectal es de 100,4 grados Fahrenheit (38 grados centígrados) o más alta, llame al pediatra o acuda a la sala de urgencias. Incluso una fiebre leve puede ser síntoma de una posible infección grave en bebés muy pequeños.

Si su hijo de entre 3 meses y 3 años tiene una fiebre de 102,2° Fahrenheit (39 grados centígrados) o más alta, llame al médico para corroborar si necesita que este profesional lo examine. En niños mayores, tenga en cuenta el comportamiento y nivel de actividad física. Al observar el comportamiento de su hijo, puede tener una idea de si la causa de la fiebre es una enfermedad de poca importancia o si necesita acudir a un médico.

Es probable que la enfermedad no sea grave si su hijo presenta estas características:

sigue queriendo jugar
come y bebe bien
está alerta y sonríe
tiene la piel de color normal
tiene buen aspecto cuando le baja la temperatura
Y no se preocupe demasiado por un niño con fiebre que no quiere comer. Eso es común en infecciones que producen fiebre. Si el niño sigue bebiendo líquidos y orina normalmente, el hecho de que coma menos de lo habitual no es un problema.

¿Cómo sé si mi hijo tiene fiebre?
Un beso suave en la frente o tocar apenas la piel de su hijo suele ser suficiente para saber si tiene fiebre. Sin embargo, este método para medir la temperatura (denominado “temperatura táctil”) depende de la persona que lo practica y no ofrece una medida exacta de la temperatura del niño.

Con un termómetro fiable, puede saber si su hijo tiene fiebre cuando su temperatura esté en alguno de los siguientes niveles:

100,4 grados Fahrenheit (38 grados centígrados) medidos rectalmente (en el recto)
99,5 grados Fahrenheit (37,5 grados centígrados) medidos oralmente (en la boca)
99 grados Fahrenheit (37,2 grados centígrados) medidos en la axila (bajo el brazo)
Pero el nivel de fiebre no es un muy buen indicador de cuán enfermo está su hijo. Un simple resfriado u otra infección viral pueden producir una fiebre bastante alta (entre los 102 y 104 grados Fahrenheit o de 38,9 a 40 grados centígrados), pero no suelen ser indicio de que el problema sea grave. Y las infecciones graves pueden no producir fiebre o incluso disminuir la temperatura corporal de modo anormal, sobre todo en niños pequeños.

Puesto que la fiebre puede subir y bajar, un niño con fiebre puede tener escalofríos cuando la temperatura corporal comienza a subir y el cuerpo intenta generar más calor. Quizás el niño sude cuando la temperatura comienza a bajar y el cuerpo libera el calor extra.

A veces, los niños con fiebre pueden respirar más rápido de lo normal y tener un ritmo cardíaco más elevado. Debería llamar al pediatra si su hijo tiene dificultad para respirar, o respira mucho más rápido de lo normal, o sigue respirando rápido cuando le baja la fiebre.

Distintos tipos de termómetros
Más allá del tipo de termómetro que elija, asegúrese de saber usarlo correctamente para obtener una lectura precisa. Conserve y siga las recomendaciones del fabricante.

Los termómetros digitales suelen medir la temperatura de manera más rápida y precisa. Vienen en muchos tamaños y formas, y están disponibles en la mayoría de los supermercados y farmacias, a varios precios. Aunque debería leer las instrucciones del fabricante a fin de determinar los métodos para los que está diseñado el termómetro, muchos termómetros digitales se usan para las siguientes modalidades de medición de temperatura:

oral (en la boca)
rectal (en el recto)
axilar (bajo el brazo)
Los termómetros digitales suelen tener una sonda flexible de plástico con un sensor de temperatura en un extremo y un indicador digital fácil de leer en el otro.

Los termómetros electrónicos de oído miden la temperatura timpánica: la temperatura en el interior del conducto auditivo. Aunque son rápidos, precisos y fáciles de usar en niños mayores, los termómetros electrónicos de oído no resultan tan exactos como los digitales cuando se usan en bebés de menos de 3 meses, y son más caros.

Los termómetros de tira plástica (pequeñas tiras plásticas que se adhieren sobre la frente del niño) pueden indicar si su hijo tiene fiebre, pero no son fiables a la hora de medir la temperatura exacta, sobre todo en bebés y niños muy pequeños. Si necesita saber la temperatura exacta de su hijo, los termómetros de tira plástica no son los adecuados.

Los termómetros para la frente también pueden indicar si su hijo tiene fiebre, pero no son tan precisos como los digitales que toman la temperatura oral o rectal.

Los termómetros para chupar pueden parecer apropiados, pero son menos fiables que cuando se toma la temperatura rectal y no deben utilizarse en bebés menores de 3 meses. Además, es necesario que el niño mantenga el termómetro en la boca durante varios minutos sin moverse, algo casi imposible para la mayoría de los bebés y niños pequeños.

Los termómetros de mercurio se usaban con frecuencia, pero la Academia Americana de Pediatría (AAP por su sigla en inglés) aconseja no utilizarlos por miedo a una posible exposición al mercurio, que es una toxina ambiental. (Si aún tiene un termómetro de mercurio, no lo tire a la basura porque el mercurio puede filtrarse. Pregunte al pediatra o al departamento de sanidad local cómo y dónde puede deshacerse de su termómetro de mercurio).

Como todos los padres saben, tomarle la temperatura a un niño que se retuerce puede suponer un desafío. Pero es uno de los instrumentos más importantes con los que cuentan los médicos para averiguar si su hijo está enfermo o tiene una infección. El método que usted elija para medir la temperatura de su hijo dependerá de la edad de éste y de si su hijo está dispuesto a cooperar.

Si su hijo es menor de 3 meses, usted obtendrá datos más precisos si mide la temperatura rectal con un termómetro digital. Los termómetros electrónicos de oído no son recomendables para bebés menores de 3 meses porque sus conductos auditivos suelen ser demasiado pequeños.

Si su hijo tiene entre 3 meses y 4 años, usted puede utilizar un termómetro digital para medir la temperatura rectal o un termómetro electrónico de oído para medir la temperatura en el interior del conducto auditivo. También podría utilizar un termómetro digital para medir la temperatura axilar, aunque este método es menos preciso.

Si su hijo tiene más de 4 años, usted puede utilizar un termómetro digital para medir la temperatura oral si su hijo coopera. Sin embargo, es posible que los niños que tosen con frecuencia o respiran por la boca porque tienen la nariz congestionada no sean capaces de mantener la boca cerrada el tiempo necesario para realizar una lectura oral exacta. En estos casos, puede usar el método timpánico (con un termómetro electrónico de oído) o el método axilar (con un termómetro digital).

¿Cómo se utiliza un termómetro digital?
El termómetro digital ofrece la forma más precisa y rápida de medir la temperatura de su hijo y puede colocarse en la boca, la axila o el recto. Antes de usarlo, lea detenidamente las instrucciones. Usted necesita saber cómo el termómetro anuncia la finalización de la lectura (en general, mediante un pitido o una serie de pitidos, o cuando la temperatura aparece de manera intermitente en la pantalla digital del termómetro).

Primero, encienda el termómetro y asegúrese de que no aparezcan lecturas previas en la pantalla. Si su termómetro dispone de cubiertas protectoras de plástico desechables, colóquelas según las instrucciones del fabricante. Recuerde desechar la cubierta después de usarla y limpiar el termómetro según las instrucciones del fabricante antes de volver a colocarlo en su estuche.

Para medir la temperatura rectal: Antes de ser padres, la mayoría de las personas sienten vergüenza ante la idea de medir la temperatura rectal. Pero no se preocupe; es fácil:

Lubrique el extremo del termómetro con un lubricante, como vaselina.

Coloque a su hijo en una de estas dos posiciones:

boca abajo sobre su regazo o sobre una superficie plana y firme, y con la palma de su mano sobre la zona lumbar del niño.
boca arriba con las piernas dobladas contra el pecho, con su mano contra la parte posterior de los muslos del niño.

Con la otra mano, inserte el termómetro lubricado en la abertura anal, de media a una pulgada (1,25 a 2,5 centímetros). Si siente que hay resistencia, no siga.

Sujete el termómetro entre el dedo medio y el anular mientras sostiene la cola del niño con la mano ahuecada. Tranquilice a su hijo y háblele en voz baja mientras mantiene el termómetro en su lugar.

Espere hasta oír el número de pitidos correspondientes u otra señal que indique que ya se puede leer la temperatura. Si desea llevar un registro, anote la temperatura y la hora del día.
Para medir la temperatura oral: Este proceso es fácil en un niño mayor y dispuesto a cooperar.

Espere de 20 a 30 minutos después de que su hijo termine de comer o beber para medir la temperatura oral y asegúrese de que su hijo no tiene un chicle o un caramelo en la boca.

Coloque el extremo del termómetro bajo la lengua y pida a su hijo que cierre los labios. Recuérdele que no apriete los dientes ni hable, y pídale que se relaje y respire con normalidad por la nariz.

Espere hasta oír el número de pitidos correspondientes u otra señal que indique que ya se puede leer la temperatura. Lea y anote el número que aparece en la pantalla y la hora del día.
Para medir la temperatura axilar: Ésta es una manera práctica de medir la temperatura de su hijo. Aunque no es tan precisa como la temperatura rectal u oral en un niño que coopere, algunos padres la prefieren, sobre todo si su hijo no puede sostener un termómetro en la boca.

Quítele a su hijo la camisa o la camiseta y póngale el termómetro en la axila (debe tocar sólo la piel, no la ropa).

Doble el brazo de su hijo sobre el pecho para sujetar el termómetro.

Espere hasta oír el número de pitidos correspondientes u otra señal que indique que ya se puede leer la temperatura. Lea y anote el número que aparece en la pantalla y la hora del día.
Más allá del método que elija, he aquí algunos consejos adicionales:

Nunca le tome la temperatura a su hijo inmediatamente después de bañarlo o si ha estado muy abrigado durante algún tiempo; esto puede afectar el nivel de la temperatura.
Nunca deje a un niño solo cuando le esté tomando la temperatura.
Cómo ayudar a que su hijo se sienta mejor
Como ya dijimos, no todos los cuadros de fiebre requieren tratamiento. Y, en la mayoría de los casos, la fiebre sólo debe tratarse si causa malestar a su hijo. Éstos son algunos consejos para aliviar los síntomas que suelen acompañar la fiebre:

Si su hijo está irritable o parece molesto, puede darle acetaminofeno o ibuprofeno según las recomendaciones que figuran en el envase de acuerdo con la edad o el peso. Si no sabe cuál es la dosis recomendada o si su hijo es menor de 2 años, llame al pediatra para averiguar qué cantidad debe darle. Recuerde que los medicamentos para la fiebre bajarán temporalmente la temperatura, pero no harán que vuelva a la normalidad; y no curarán la causa subyacente de la fiebre. (Nunca le dé aspirina a un niño porque esta droga está asociada al síndrome de Reye, una enfermedad poco común pero potencialmente mortal). Los bebés menores de 2 meses no deben recibir ninguna medicación para la fiebre sin la correspondiente evaluación de un médico. Si su hijo tiene algún problema de salud, consulte al pediatra para que le diga cuál es el mejor medicamento que puede darle.

Bañe a su hijo con una esponja para que se sienta más cómodo y para ayudar a que le baje la fiebre. Utilice sólo agua tibia; el agua fría puede causar escalofríos, lo que suele aumentar la temperatura corporal. Nunca use alcohol (puede producir una intoxicación cuando la piel lo absorbe) o bolsas de hielo/baños fríos (pueden causar escalofríos, que aumentan la temperatura corporal).

Vista a su hijo con ropa ligera y cúbralo con una sábana o una manta liviana. El exceso de ropa y abrigo puede evitar que el calor corporal se libere y provocar un aumento de temperatura.

Asegúrese de que la temperatura de la habitación de su hijo sea placentera: ni muy caliente ni muy fría.

Dé a su hijo mucho líquido para evitar la deshidratación; la fiebre provoca una rápida pérdida de líquidos. El agua, la sopa, las paletas heladas y la gelatina de sabores son buenas opciones. Evite las bebidas con cafeína, incluidos las gaseosas y el té, porque pueden aumentar la producción de orina.

Si su hijo también tiene vómitos y/o diarrea, pregunte al pediatra si debe darle alguna solución hidratante especial para niños. Puede encontrar esta solución en farmacias y supermercados. No le dé bebidas energéticas; no están pensadas para niños pequeños, y los azúcares añadidos pueden empeorar la diarrea. Asimismo, limite el consumo de frutas y jugos de manzana.

En general, deje que su hijo coma lo que quiera (en cantidades razonables), pero no lo obligue a comer si no tiene ganas.

Asegúrese de que su hijo descanse mucho. No es necesario que pase todo el día en la cama, pero un niño enfermo debería tomarse las cosas con calma.

Es mejor que el niño no vaya a la escuela o a la guardería si tiene fiebre. La mayoría de los médicos creen que se puede volver a la escuela cuando la temperatura ha sido normal durante 24 horas.
¿Cuándo debería llamar al pediatra?
La temperatura exacta que debería motivar una llamada al médico depende de la edad del niño, la enfermedad y si el niño presenta otros síntomas además de la fiebre.

Llame al pediatra en los siguientes casos:

si tiene un bebé menor de 3 meses con una temperatura de 100,4 grados Fahrenheit (38 grados centígrados) o más
si tiene un niño mayor con una temperatura superior a los 102,2 grados Fahrenheit (39 grados centígrados)
Si un niño más grande tiene una fiebre inferior a los 102,2 grados Fahrenheit (39 grados centígrados), llame al médico si el niño también presenta los siguientes síntomas:

rechaza los líquidos o parece demasiado enfermo como para beber
tiene diarrea persistente o vómitos continuos
presenta signos de deshidratación (orina menos de lo habitual, no tiene lágrimas cuando llora, está menos atento y activo de lo usual)
presenta una dolencia específica (por ejemplo, dolor de garganta o de oído)
lleva más de 24 horas con fiebre (si es un niño menor de 2 años) o 72 horas (si es mayor de 2 años)
tiene fiebre recurrente, aunque sólo dure algunas horas todas las noches
tiene una enfermedad crónica, como una afección cardíaca, cáncer, lupus o anemia depranocítica
presenta una erupción
tiene dolor al orinar
Acuda a la sala de urgencias si su hijo presenta cualquiera de los siguientes síntomas:

llanto inconsolable
irritabilidad extrema
aletargamiento o dificultad para estar despierto
sarpullido o manchas moradas que parecen pequeños moretones en la piel (que no estaban antes de que su hijo se enfermara)
labios, lengua y uñas azuladas
zona blanda en la cabeza que parece una protuberancia o está hundida
rigidez de cuello
fuerte dolor de cabeza
flacidez o negativa a moverse
dificultad para respirar que no desaparece cuando se le descongestiona la nariz
inclinación hacia delante y babeo
convulsiones
dolor abdominal
Asimismo, pregunte al pediatra cuál es su criterio respecto a cuándo llamarlo en caso de fiebre.

Fiebre: Algo común en la infancia
Todos los niños tienen fiebre alguna vez y, en la mayoría de los casos, vuelven a su estado normal después de unos días. En bebés mayores y niños (pero no necesariamente en bebés menores de 3 meses), es más importante el comportamiento del niño que la lectura del termómetro. Todo el mundo está malhumorado cuando tiene fiebre. Es normal y es algo que debe esperarse.

Pero si alguna vez tiene dudas sobre qué hacer o lo que puede significar esa fiebre, o si su hijo se enferma de forma preocupante aunque no tenga fiebre, llame a su pediatra para que lo asesore.

viernes, 1 de enero de 2016

Bultos en el pecho en la lactancia. Truco para solucionarlo

Una de las cosas más hermosas que hay es ver a una madre amamantando a su hijo.
Por lo menos, es lo que siempre he pensado al tener a mi hijo.
Sin embargo, a veces algo tan bello como la lactancia materna puede convertirse en una auténtica tortura para la mujer.

En ocasiones, notarás cómo el pecho comienza a hincharse y se endurece en ciertas zonas. El resultado es la formación de bultos debido a la acumulación de leche.

Aunque, en principio, la formación de estos bultos no tiene mayor importancia (si son tratados a tiempo), tienes que prestarles suficiente atención. Podrían desembocar en algo más serio como una mastitis (infección inflamatoria del pecho).

La formación de bultos puede llegar a ser bastante dolorosa y puede hacer de la lactancia un suplicio para ti.

En este artículo aprenderás por qué se producen estos incómodos bultos, y un sencillísimo truco para solucionarlo.
¿Por qué se Forman Bultos durante la Lactancia?

Son diversas las causas que pueden desembocar en la formación de bultos, y son fáciles de comprender si piensas en su naturaleza: la acumulación de leche.

La leche se origina en los pechos en las llamadas células alveolares y se transporta por los conductos lácteos.
Si la leche termina por acumularse en estos conductos, se acaban produciendo los bultos. Las razones más comunes para la aparición de bultos durante la lactancia son estas:

-El bebé agarra mal con una succión poco eficaz: si el bebé no es capaz de succionar toda la leche producida, ésta acabará acumulándose.
-Reducir la frecuencia de las tomas o aumentar el tiempo entre ellas: tendrá el mismo efecto, un exceso de leche acumulada.
-La presión del dedo de la madre sobre el pecho para dejar aire al bebé mientras mama, puede acabar obstruyendo los conductos lácteos.
-No vaciar completamente los pechos.
Vestir ropa o sostenes demasiado ajustados: la presión ejercida podría bloquear los conductos lácteos.
-Posturas al dormir: ciertas posturas pueden ejercer demasiada presión en los pechos y bloquear los conductos lácteos.
Exceso de leche.

Algunos Consejos para Solucionar los Bultos en el Pecho

Todas las soluciones a la formación de bultos pasan por favorecer el drenaje de la leche a través de los conductos lácteos.
Algunos consejos que puedes seguir para evitar la formación de bultos:

-Alimenta al bebé con el pecho afectado primero. De esta manera, permitirás el vaciado completo del pecho.
-Controla la posición del bebé. Asegúrate que agarra el pezón por completo y gran parte de la areola. Si cambias de posición con frecuencia, estarás favoreciendo el drenaje. Por ejemplo: recostada, o de lado, acunando al bebé, posición de rugby, etc.
-Masajea el pecho durante las tomas. El masaje debe ser suave, con movimientos circulares y oprimiendo la zona obstruida.
-Aplica paños calientes (o similar) a la zona afectada.

En las fotos siguientes puedes ver la solución que adoptamos nosotros, un sencillo truco que funciona muy bien:

Coge una bolsa para congelar leche. No es que tengan ninguna característica especial. Simplemente, son bolsas que tienen un cierre hermético que impide que se salga el líquido.
Llena la bolsa con agua caliente. No tiene que estar demasiado caliente, o podrías quemarte la piel.
Cierra la bolsa y aplícala sobre el pecho.
Durante la lactancia, masajea el pecho con la bolsa en movimientos suaves circulares.

El método es de lo más efectivo. Si sufres de bultos en el pecho, no dudes en probarlo.
Y si has utilizado otro método que te haya funcionado, por favor compártelo dejando tu comentario. Seguro que alguien te lo agradecerá