martes, 28 de marzo de 2017

La miedos de los niños son normales?

Para los niños, el miedo es un mecanismo que les permite protegerse de estímulos desconocidos. Los padres podemos ayudarles. ¿Cómo? Sobre todo, poniéndonos en su lugar y comprendiéndoles.

Los niños pequeños ven terribles amenazas donde los adultos vemos cosas de lo más normales. Tengamos en cuenta que el miedo es un necesario y saludable mecanismo de los seres vivos para protegerse de estímulos desconocidos y potencialmente peligrosos. Y si encima esos fenómenos se acompañan de una estimulación intensa (ruido fuerte, colores estridentes, movimiento brusco, demasiada gesticulación...) es normal que el niño los perciba como amenazadores y reaccione con intensidad.

Cierta capacidad de miedo tiene una función positiva y protectora. Un niño debe tener miedo al tráfico de coches y al fuego, por citar dos temores útiles. Luego hay una serie de miedos más o menos fantásticos, que aparecen en todos los niños y que normalmente desaparecen al cabo del tiempo: miedo a ser devorado, a la oscuridad, a los personajes de ficción...

 

Hay que ser comprensivos

La actitud de los padres ante estos miedos infantiles es importante. No hay que regañarles por tenerlos, y no debemos burlarnos. Tampoco podemos confiar demasiado en que las explicaciones lógicas les tranquilicen, aunque no debamos renunciar a dárselas ('los monstruos no existen'). Así que debemos admitir que estos miedos son normales, permitirles expresarlos y ofrecerles nuestra atención y nuestro cariñoso apoyo.

 

Necesitan sentirse queridos

Al expresar sus miedos y recibir una respuesta cariñosa y tranquilizadora de sus padres, el niño cubre una necesidad básica, la de saber que no está indefenso ante los peligros, reales o imaginarios, y que puede encontrar abrigo frente a ellos. También hay que alentarle para superar el miedo, elogiándole por ello (¡qué valiente!). Hay que darle protección, pero también dejar que se aventure, en esta edad de intensa curiosidad y exploración.

 

Pero, ¿cómo actuar en cada caso concreto?

Miedo a la oscuridad

En realidad es miedo a quedarse solo ante lo desconocido y sin el amparo de papá y mamá. Lo sufren la mayoría de los niños.

Es mejor no dejarles solos llorando en su habitación, desapareciendo hasta la mañana siguiente con la idea de que ya se les pasará, porque con ello confirmamos su temor al abandono. Y en vez de acostumbrarles a la oscuridad, lo que estaremos provocando es que le tengan más miedo. No conviene que los llevemos a nuestra cama ni que nos quedemos con ellos toda la noche. Lo que sí podemos hacer es volver a su cuarto de vez en cuando para que comprueben que seguimos ahí, pero tratando de ampliar progresivamente los ratos que son capaces de permanecer solos antes de dormirse. La puerta abierta, una luz en el pasillo o un peluche que les acompañe también serán de ayuda.

A los extraños

Ante personas desconocidas o a las que ha tratado muy poco, el niño reacciona aferrándose a papá o a mamá. No tiene nada de extraordinario y no hay que enfadarse por ello.

Hay que entender que si una persona se acerca repentinamente al niño y pretende tocarle o cogerle, este lo rechace. Incluso cuando llegan los tíos o los abuelos puede aparecer esta reacción. No hay que tomárselo a mal, sino respetar la distancia y el ritmo que el niño necesita. Lo que procede es un acercamiento progresivo, sin forzar la cosas y dando tiempo al tiempo.•

A personajes disfrazados

Se supone que los payasos son los amigos de los niños, pero a veces, a los más pequeños, maldita la gracia que les hacen.

Y es que sus maquillajes, sus movimientos, sus voces, sus ropajes y zapatones no siempre son bien digeridos por los chiquitines. En cuanto a sentarse en las rodillas de un Rey Mago, resulta demasiado fuerte para algunos niños. No les forcemos más allá de donde deseen, respetemos las distancias que necesiten y, si aun así lo pasan mal, dejemos circos y cabalgatas para uno o dos años más adelante.•

A los ruidos fuertes

Los electrodomésticos (la batidora, la aspiradora) pueden ponerles los pelos de punta.

También pueden temer a los cohetes o a los truenos. Pero es que a algunos también les asusta el teléfono, que suena a traición y en momentos inesperados. Hay que evitar en lo posible los sonidos fuertes, pero como no siempre es posible, podemos invitar a nuestro hijo a pasar juntos el aspirador, a conectar y desconectar su interruptor para que esa sensación de control le ayude a perder el miedo al ruido. Cuando haya tormenta empecemos por estar nosotros relajados y alegres, pongámonos juntos al lado de la ventana para contar los truenos y los relámpagos...

A los animales

A esta edad los niños se dan cuenta de que algunos animales son amenazadores, aunque no saben distinguir cuáles.

Los que no sean especialmente miedosos ni hayan tenido experiencias negativas, perderán su miedo sobre los cinco o seis años. Mientras tanto, podemos permitir que el niño observe a los animales a distancia si no desea su proximidad, sin forzarle a ella. Pero es bueno que vea cómo otros adultos y niños interactúan con perros y gatos. Si aceptan acercarse en nuestra compañía al animal, perfecto; en caso contrario, no les forcemos.

La bruja, el coco...

No debemos utilizar sus miedos para controlarles: 'Como no te portes bien te dejo solo'. Tampoco debemos recurrir a personajes fantásticos o terroríficos para lograr la obediencia del niño, ya que su rica fantasía confunde ficción y realidad. El 'coco', la bruja y similares prenden con gran facilidad en la mente de los niños, incluso sin que el adulto lo pretenda. Si les decimos que si no se duermen vendrá el coco y les comerá, realmente lo creerán... y no podrán dormir del temor. Querer controlarles con ese fácil recurso es una práctica insana que puede crearles verdaderos terrores desbordados e incontrolables.

lunes, 30 de enero de 2017

Los niños no tienen por qué ir al colegio con 3 años

No quiero llevar a mi hijo al colegio con 3 años.
Quiero que se me escape cada dos por tres por la calle, que ponga esa cara de mal humor durante toda la mañana mientras se le escapa la sonrisa. Bañarnos juntos y que con la espuma del jabón en su barbilla grite: “feliz Navidad!”, que lo toque todo en todos los lados,  portear y que se duerma (o no), cantar “La patrulla canina” al unísono, que me diga sonriente cuando me ve en la cocina: “subir mama”, verle como se pringa con los macarrones,  con cualquier cosa, escucharle preguntar cada 10 minutos "oje mama" , y que se enfade cuando no lo hago.

Quiero pasarme el día suspirando,  y en muchos momentos tener ganas de pillar un tren e irme a Siberia para siempre, para luego mirar a mi hijo Adrián a los ojos,  y sentirme la madre más afortunada del mundo. Pensar en otras madres y padres que no han podido disfrutar de esos momentos. Cagarme en la puta conciliación, y pensar que los niños nos necesitan, necesitan un mundo mejor, y este mundo les necesita a ellos.

No me imagino una mañana sin él…de verdad.  ¿Me dejáis que lo diga por última  vez? De verdad,  la última, ok? No quiero llevar a mi hijo al cole. Solo de pensar en Adrián con la mochilita entrando en el cole, ya lo hecho de menos. Quiero  hacerle cosquillas durante toda la mañana, que me pida ayuda ”, que se baje del carro cada 5 segundos, y sobretodo, verle correr en casa en pijama sonriendo de un lado para otro.

Sí, sobretodo eso.

Estas son algunas de las frases que para mí justifican en muchos casos la creencia de que los niños tienen que ir al cole. Aprovecho antes para matizar que, por supuesto, si los padres trabajan fuera de casa, y no tienen quien les eche una mano, no les queda otra opción:

Se lo pasan muy bien.

¿Acaso no se lo pasan bien con sus padres? Además esa frase no es extensible a todos los niños, tomémonos la molestia de preguntarles y no demos nada por hecho. Seguramente algunos se lo pasen bien, pero aun así puede que tengan otras preferencias.

Aprenden mucho.

Claro que aprenden, están en la edad de aprender, son esponjitas que absorben todo. ¿A caso no han aprendido un montón de cosas en esos tres años?  ¿Pensamos que ya no tenemos nada más que aportarles? Todo lo contrario. Tenemos una total falta de confianza en nosotros mismos como padres, de la cantidad de cosas que aprenden cada día con nosotros (siempre que estemos presentes –accesibles-) y de lo que podemos enseñarles. Por favor, que tienen tres, cuatro o cinco años, pero es que aunque tuviesen muchos más.

Si no van al cole no podrán socializar.

Los niños pequeñitos no necesitan estar con otros niños sino con un adulto o adultos que les de seguridad y cariño. Es a partir de los tres años (algunos un poco antes, otros después) cuando empiezan a socializar. Y eso lo harán a su ritmo y sin ser obligados, en lugares como en los parques, con hijos de amigos, con primos, familiares etc.

No llevarles al cole es tenerles encerrados en casa y no les damos la opción de ver la vida real.

Primero, la vida real es la familia, las tareas cotidianas, la calle, el encontrarse con el vecino, el panadero, el cartero. Por supuesto que no es estar en casa todo el día.

Y segundo, nunca la vida real ha sido estar encerrado entre cuatro paredes, un solo adulto con casi 30 niños de la misma edad, diciéndoles lo que tienen que hacer.

Se acostumbran a estar sentados y callados.

¿Y para qué quiero que mi hijo deje de comportarse como una niño? ¿Se acostumbran o se resignan?

Les viene bien.

He de reconocer que esta frase ha terminado molestándome un poco.  ¿Les viene bien a todos los niños? Porque no todos están preparados, ni a todos les gusta, ni mucho menos todos lo necesitan. ¿Y para qué les viene bien? Esta afirmación, como otras tantas, también me las encontraba con el tema de la guardería. A los que les viene bien que nuestros hijos vayan a la guardería o al cole tan pequeñitos es a nosotros los padres, tal cual. Porque podemos desconectar por un rato, descansar, hacer lo que tengamos que hacer, porque nos cuesta pasar 24 horas con nuestros hijos, cansa, claro que cansa. Me gusta encontrarme con padres que me dicen sinceramente que les apetece a ellos, porque necesitan un poco de desconexión, ya que les resulta muy cansado estar todo el día con sus pequeños; y me gusta porque son sinceros y no se escudan en afirmaciones tomadas por otros para justificarse. Y por supuesto no quiere decir que por eso queramos menos a nuestros hijos.

- Y otras frases como “es muy aplicado en el cole”, “no es nada vago”, “¿le gusta estudiar?”, entre otras, que he escuchando referentes a niños de 3 y 4 años. Me parecen fuera de lugar y, tengo que decirlo, de una total falta de información o entendimiento de cómo es un niño de verdad y de su desarrollo evolutivo.

Por otro lado el periodo de adaptación que llevan a cabo la mayoría de los colegios es irreal. Piensan que por ir aumentando paulatinamente el tiempo que el niño pasa en el cole ya está todo hecho. A mi me costaría y mucho dejar a mi hijo con un desconocido, por mucha carrera que me diga que tenga. Y además se, porque me pongo en su lugar, que el hecho de que te dejen con un montón de desconocidos da miedo, angustia y desconfianza.  Y es lo normal y deseable, porque creo que  ningún padre queremos que nuestros hijos se vayan con desconocidos. ¿Entonces, por qué un buen día de repente les dejamos con alguien que ni ellos ni nosotros conocemos, sin antes haber pasado un tiempo todos juntos?

Personalmente más de una vez he pensado escolarizar a mi hijo para tener tiempo para mi, para mi trabajo, y para recargar pilas. Porque un niño con una sola persona (el papá está por supuesto, pero no todo el día) agota. Y en ocasiones puede hasta sobrepasarnos. Por eso otra opción sería, si podemos, pedir ayudar para no estar solos.

Se tiene la idea generalizada de que los niños con tres añitos ya tienen que ir al cole. Son muchas las  familias que no se plantean esto, dando por hecho que es lo que toca y no se les pasa por la cabeza la posibilidad de seguir otro camino que no sea el que marcan los demás. Una de las cosas que quiero trasmitir a mi hijo es su capacidad de plantearse las cosas, de cuestionarlas, de actuar con consciencia; sabiendo lo que hacemos y por qué lo hacemos, buscando nuestro propio camino.

El “tener que” que tantas veces utilizamos sin darnos cuenta, “obliga a”. Los niños tienen que…. ir al cole, saber comportarse, obedecer cuando se les manda (ordena) algo, tener respeto a los adultos, etc. Es decir, que estamos diciendo que los niños están obligados a ir al cole; están obligados a saber comportarse (cuando muchos adultos no saben hacerlo); están obligados a respetar  a quien en ocasiones no le respeta a ellos, recibiendo por tanto mensajes contradictorios; están obligados a obedecer porque sí, sin ninguna explicación…

En el caso que nos concierne, la frase sería, los niños con tres añitos tienen que ir al cole, están obligados a ir al cole. Y tras esta frase va un sin fin de frases más para justificarla. Los niños con tres añitos no necesitan ir al cole, no son ellos quienes lo necesitan. Además, por otro lado, no es hasta los 6 años cuando es “obligatorio” escolarizarlos.

Muchas veces ocurre que cuando nos salimos del camino general nos miran con desconfianza. Y en vez de pensar que cada cual lo hacemos de la mejor forma que sabemos, que somos libres de elegir la manera de criar a nuestros hijos, en vez de plantearse que quizás ellos también pueden, se enfadan y ponen en duda tus decisiones por ir en contra de las suyas. Y no es que yo piense que voy en contra de nadie, pero es que en la vida diaria suele ser cómo viven los demás el que tú decidas hacer las cosas de otra manera.

Y no es fácil no seguir la corriente, sobre todo cuando ves que te quedas sola. Y esto es lo que nos ha pasado con este tema del colegio. Casi todas las familias de nuestro alrededor, con los que nos hemos juntado hasta ahora en los grupos de crianza, han escolarizado a sus hijos. Y a pesar de tener las ideas claras, resulta que te da miedo no seguir la corriente. Quizás sea ese el motivo por el que la gran mayoría de la gente no suele salirse de la línea marcada.