viernes, 22 de abril de 2016

La fiebre en bebes y niños

Una de las cosas que peor llevamos los padres en referencia a nuestros hijos es la enfermedad. Se encuentran mal, lloran, te piden ayuda y tú desearías hacer algo cuanto antes para que vuelvan a ser los mismos de antes. Ese cuanto antes tiene como intención paliar su sufrimiento, y de paso estar más tranquilo tú, porque cuando se encuentran mal sientes que pierdes el control de su salud, pero es poco recomendable si hablamos, por ejemplo de la fiebre.

La fiebre es un síntoma, la muestra de que un niño tiene alguna infección por un virus o una bacteria, pero es también una solución a esa infección. Por eso, si tu hijo está a 38ºC de fiebre (100,4ºF), los pediatras insisten en que no los lleves al médico, que no es un motivo de consulta ni una razón para darle ningún medicamento al niño.
Padres que medican los 37ºC (98,6ºF)

La fiebre es un síntoma, no una enfermedad, y por eso no hay que tratarla lo antes posible porque en realidad ayuda a los niños a curarse antes. Hay padres que a la que el niño tiene 37ºC ya le están dando algo para bajarle esas pocas décimas, esté el niño como esté (ahora hablo más de esto).

El Hospital Nisa 9 de Octubre, de Valencia, ha realizado recientemente una encuesta a los padres, pues veían que uno de los motivos más frecuentes de consulta era la fiebre, sobre todo en bebés hasta el año de vida. En dicha encuesta, la mitad de los padres considera que la fiebre es una reacción beneficiosa para el organismo, sin embargo, cuando aparece, la mayoría la tratan para bajar la temperatura.

Ante esta situación, Mariam López, supervisora del estudio, y en palabras a Mallorca Diario, dijo:

Nos llama mucho la atención las opiniones contrapuestas que hemos observado en las conclusiones del estudio, pues a pesar de que una gran parte de los encuestados considera la fiebre como una reacción beneficiosa del organismo, la primera medida que toman frente a la misma es administrar un fármaco antitérmico, bien por prescripción facultativa o en la mayoría de casos por cuenta propia. Y esta automedicación muchas veces implica una mala administración de los fármacos con los consiguientes problemas que ello conlleva.

No pida hora para su pediatra

La fiebre es un mecanismo de defensa frente a virus y bacterias. Cuando hay una infección, el cuerpo se calienta porque con una temperatura superior el patógeno se "mata" antes. Los niños a los que se les permite tener fiebre tardan menos días en estar bien porque tienen una mejor respuesta del sistema inmune. Si cada vez que el cuerpo se calienta un poco bajamos la fiebre, el niño estará más tranquilo, pero su enfermedad seguirá ahí, con más facilidad para permanecer más tiempo.

A menos que...

No pida hora para su pediatra, recomiendan los pediatras del Hospital Nisa 9 de Octubre a menos que:

La fiebre esté por encima de 40ºC (104ºF).
El niño lleve 4 o más días con fiebre.
El niño tenga menos de 3 meses.
Como los padres somos bastante más asustadizos que los médicos y muchos piden hora para el pediatra 3 minutos después de darse cuenta de que tiene unas décimas, quizás habría que buscar un punto medio (por nuestra salud cardíaca, que yo veo a mi niño con 40ºC y me da algo). Por ejemplo, si un niño tiene fiebre de horas de evolución, es absurdo ir al pediatra porque en la mayoría de ocasiones es imposible conocer el foco de la fiebre. Por eso un término medio para los padres, según mi criterio, sería acudir al pediatra en caso de que:

La fiebre esté por encima de los 39ºC (102,2ºF), o si vemos que sube rápidamente: una fiebre muy alta o que sube rápido puede provocar convulsiones febriles, que es una condición benigna, pero que a los padres nos asusta muchísimo.
El niño lleve 2 o más días con fiebre.
El niño tenga menos de 3 meses.
Los bebés menores de 3 meses son especialmente frágiles y en caso de fiebre hay que llevarlos directamente al hospital, para que hagan los análisis oportunos.

Tratar la fiebre con sentido común: hacer caso al niño, no al termómetro

El termómetro es un indicador muy útil porque nos puede decir cuán alta está la temperatura del niño, pero no es al termómetro únicamente a quien hay que hacer caso, sino también, y sobre todo, al niño.

Quiero decir con esto que yo también les he dado a mis hijos un antitérmico cuando tenían 37ºC, pero no porque tuvieran sólo 3 décimas, sino porque lloraban y se encontraban mal. Si otras veces me los he encontrado así y los he visto bien, animados, no les he dado nada. Lo mismo he hecho cuando los he visto a 38ºC o a 39ºC. Si han estado tranquilos, los he dejado sin darles nada y he ido controlando la temperatura a ratitos, pero si los veo "chafados", llorando, pidiendo ayuda, entonces sí.

Por eso en realidad, cuando hablamos de niños y fiebre, hay que hacer caso al niño, no al termómetro. Así el niño te lo agradecerá y, si tiene fiebre alta pero está bien, te lo agradecerá su sistema inmunitario.

¿Y si es un bebé?

Si es un bebé de hasta 3 meses olvidad todo lo comentado hasta ahora. Si tiene fiebre, hay que ir directamente al hospital, porque hay que saber de dónde viene la fiebre y controlar el foco de infección. En esas edades el riesgo de sufrir complicaciones por una infección es mucho mayor y por eso no tiene sentido tener al bebé en casa con fiebre

domingo, 17 de abril de 2016

Que triste que te critiquen por cuidar de tus hijos

Es muy habitual oír que tenemos que educar a nuestros hijos en valores, ponerles límites y enseñarles que la vida no es un camino de rosas para conseguir que sean como nosotros los adultos, que al parecer tenemos muchos valores. Es habitual pero es fácil darte cuenta después que por la boca muere el pez y que los mayores, los que tenemos más responsabilidad a la hora de tejer el entramado social, somos muchas veces más egoístas y envidiosos que los niños.

Para ser más concretos, me estoy refiriendo a todas esas mujeres (y hombres, aunque de estos hay menos) que, decididas a cuidar de sus hijos, alargan la baja maternal, se reducen la jornada o cogen excedencias, recibiendo críticas de personas de su entorno y de su trabajo. Y digo yo: qué triste es que te critiquen por cuidar de tus hijos.
Los bebés nos necesitan, mucho

Los bebés vienen al mundo para ser felices, aunque su primer objetivo es sobrevivir. Hacen lo posible por tener a sus cuidadores cerca, por estar bien alimentados, por sentirse bien y por eso lloran y se quejan mucho. Lo hacen normalmente hasta que son capaces de valerse por sí mismos y por eso son tan demandantes de pequeños, porque nos necesitan muchísimo.

La baja maternal es de 16 semanas, menos de cuatro meses, que hacen que una madre se separe de su hijo siendo aún un bebé, casi tan demandante como el primer día. Seguro que si preguntamos a cualquier madre que está a punto de incorporarse al trabajo por la duración de la baja maternal nos dirá que es muy poco tiempo. Fijaos si es poco tiempo que ni siquiera da para seguir una de las recomendaciones más conocidas de los últimos tiempos: dar leche materna exclusiva hasta los seis meses. No es que no se pueda hacer, pero es una gran traba que a los cuatro meses mamá tenga que irse de casa para trabajar.

Muchas madres buscan soluciones

Entonces, ante el panorama de dejar a tu bebé chiquitín totalmente dependiente en manos de otras personas muchas madres acaban por buscar soluciones temporales que les permitan seguir cuidando de sus hijos: reducciones de jornada, excedencias, etc., medidas que no siempre son bien vistas por el entorno directo de la mujer.

Si lo haces por poco tiempo es más que probable que nadie diga nada. Ahora bien, si la cosa empieza a alargarse las bocas empiezan a abrirse: que si vas a enmadrar al niño, que si cuándo vuelves al trabajo, que si sólo trabaja él, que por qué tú no haces nada, que el niño ya está creciendo y ya tendríais que buscar una guardería, que como te has reducido la jornada las demás tienen que hacer tu trabajo, que si no eres mejor madre por quedarte más tiempo cuidando de tu hijo, que si…

Y todo ello es muy triste, mucho, porque muchas veces es la misma familia, o la familia del marido quien te lo dice. A veces son tus compañeras, esas con las que tan buenos ratos has pasado, que a la que has tenido un hijo se quejan por darle más importancia a tu hijo que a tu trabajo. Y digo que es triste porque nadie piensa en el bebé.

Ese bebé que aún no tiene un año necesita a su madre y a su padre los primeros meses, eso nadie lo discute, pero también los primeros años. Ya, estoy loco, hablar de años, pero es que es así: años. Lo que pasa es que en las familias tiene que haber un equilibrio entre el dinero que entra y sale y tenemos que acabar trabajando mucho y a menudo hay que dejar a nuestros hijos para que los cuiden otros, que no quiere decir que sea necesario para ellos, sino una solución a un problema.

Por eso, cuando una madre decide dejar de trabajar, cuando una familia decide apretarse el cinturón y cuando escoge dedicar su tiempo a tratar de hacer feliz a su hijo para que crezca sano, fuerte y bien educado todos deberían alegrarse y como mucho tenerle envidia sana, esa de “qué suerte tú que puedes”.

Sin embargo hay gente egoísta, amargada y tóxica cuya felicidad parece depender de la infelicidad de los demás. Gente que luego encima te dice eso de “hay que educar a los niños en valores” o “hay que enseñarles a vivir”. Triste, muy triste


miércoles, 13 de abril de 2016

Por qué es importante el juego en el bebe o niño?

El juego es tan importante durante la infancia que la organización de las Naciones Unidas (ONU) incluyó en su Declaración de Derechos a la Infancia de 1989 el derecho a jugar de todos los niños y niñas del mundo.

A través del juego los niños descubren su cuerpo y conocen el mundo que les rodea. Por esta razón, el juego es una parte esencial para el desarrollo motor, emocional, intelectual y social del niño.

Durante los primeros meses de vida del bebé, los padres juegan con él sin necesidad de utilizar ningún juguete especial. En su defecto, los padres estimulan a su hijo con caricias, palabras, carantoñas... Es más, cuando el niño juega solo, se aburre. A esta edad, el mejor juguete de los bebés son sus padres.

A medida que el bebé adquiere nuevas habilidades utiliza objetos para seguir descubriendo su entorno, como los juguetes. El juguete sirve para entretener y divertir pero, además de proporcionar al niño pequeño momentos agradables, también favorece su desarrollo y la adquisición de nuevas habilidades

lunes, 11 de abril de 2016

Bebes difíciles, como actuar con un niño de alta demanda

Bebés difíciles, ¿cómo actuar con un niño de alta demanda?
Los bebés de alta demanda duermen menos, lloran más y reclaman más atención de lo habitual

Llora todo el tiempo, solo quiere que le cojas en brazos, apenas duerme (ni de día ni de noche), quiere el pecho a todas horas... Aunque muchos padres definen a los hijos con este comportamiento como niños "malos" o "pesados", existe un término más científico que los agrupa: bebés de alta demanda. En este artículo se dan las pistas para reconocer a los niños que exigen más de lo habitual y se proporcionan pautas a las familias para convivir con ellos.

Cuando el bebé difícil necesita más

Los bebés de alta demanda son difíciles porque duermen menos, lloran con mayor frecuencia y reclaman más el contacto con sus padres
El término "bebé de alta demanda" lo acuñó el pediatra estadounidense William Sears, miembro de la Academia Americana de Pediatría y autor de más de 30 obras sobre la crianza de los niños. Sears, padre de ocho hijos, utilizó por primera vez esta denominación para definir el comportamiento "diferente" de su cuarta pequeña, Hayden: un bebé absorbente, hipersensible, incapaz de calmarse con los estímulos normales. En definitiva, era una niña que reclamaba mucha más atención de lo habitual.

Este especialista es el precursor de la denominada crianza con apego, un modelo de paternidad que apuesta por la creación de un sólido vínculo emocional entre padres de hijos y el ofrecimiento de una atención individualizada a sus necesidades. Una teoría que en España ha sido apoyada y difundida sobre todo por el pediatra Carlos González, autor de varias obras de referencia para los partidarios de los modelos de crianza no conductistas.

Bebés de alta demanda: ni enfermedad ni etiqueta

Todos los bebés necesitan mucha atención por parte de sus padres, sobre todo durante los primeros meses. Sin embargo, los niños de alta demanda van más allá. "El día a día resulta abrumador", explica Mónica San Martín, promotora de la comunidad on line Crianza de Alta Demanda y autora del libro 'Hijos intensos, un enfoque positivo' (2013).

San Martín, quien se embarcó en esta aventura literaria después de experimentar en su propia piel con su hija lo que significaba tener un bebé de alta demanda, recalca que esta denominación "no debe considerarse como un diagnóstico, ya que no es una enfermedad, ni como una etiqueta". El término sirve para agrupar una serie de características de determinados niños "que pueden servir para que unos padres preocupados comprendan que su hijo es un bebé normal, y las tengan en cuenta a la hora de criarle".

Bebés de alta demanda, ¿cómo reconocerles?

Los bebés de alta demanda son niños intensos, absorbentes, hiperactivos, que maman con mayor frecuencia, que se despiertan a menudo, insatisfechos, impredecibles, hipersensibles y que necesitan mucho contacto físico. Estas son algunas de las principales características con las que Sears los describe.

La convivencia con un pequeño así puede resultar bastante difícil, ya que "lloran con mucha intensidad y no soportan estar lejos de su madre", añade San Martín. Además, están siempre en estado de alerta, apenas duermen (20 minutos seguidos, máximo) y el más mínimo ruido les despierta. "Cualquier tarea cotidiana se vuelve difícil en estas circunstancias", advierte la experta.

Pero además de estas características, hay otras señales comunes a los bebés de alta demanda que pueden advertir a los padres de que su hijo forma parte de este grupo de niños:

Tienen los ojos grandes y siempre muy abiertos, observan todo con atención desde el primer día.

Sujetan la cabeza casi sin ayuda nada más nacer y no aceptan la posición tumbada: quieren estar siempre erguidos mirando todo.

No permiten que se les deje ni un segundo alejados del cuerpo de su madre (día y noche).

A estos bebés no les gusta ir en coche: lloran de un modo desesperado.

No toleran la cuna, el carrito, algunos ni siquiera los portabebés: solo quieren brazos y más brazos.

No les gusta el baño y es muy difícil hacerles tomar medicinas.

No dejan que ninguna otra persona les coja, lo cual dificulta mucho las revisiones del médico.

Bebés difíciles, pautas

Los padres de bebés difíciles suelen ser incomprendidos por familiares y amigos, quienes pueden culparles del comportamiento de su hijo
Una vez que los padres confirman que la conducta de su bebé no es atribuible a ninguna causa médica, el primer muro contra el que chocan es el de la incomprensión. Familiares y amigos pueden no entender que el pequeño tenga un comportamiento diferente y achacan con frecuencia a la conducta de los padres la actitud de los hijos. "Lo coges mucho en brazos", "déjale que llore" o "no puedes estar siempre encima" son algunos de los comentarios habituales de su entorno que acostumbran a oír los progenitores de los pequeños con altas necesidades.

Solo quien tiene un bebé de estas características puede entenderlo, recuerdan los expertos. Por eso, lo aconsejable es relajarse, no sentirse culpable y aceptar que el pequeño tiene una manera de ser más intensa y es más sensible a los estímulos. A partir de ahí, los especialistas recomiendan las siguientes pautas:

Cuidar de uno mismo. Es difícil que los padres puedan atender las necesidades de su intenso hijo, si no se encuentran bien. Por eso, es conveniente que, en la medida de lo posible, procuren dormir y estar descansados.

Necesidades, no caprichos. Los padres tienen que observar a su hijo y aprender a diferenciar entre lo que es una necesidad y lo que es un capricho infantil. "Permite al bebé alguna frustración", señala Sears.

Olvidarse de los esquemas. Comparar a un niño de alta demanda con otro que no lo es resulta un ejercicio poco recomendable. Los especialistas aconsejan olvidarse de esquemas preconcebidos y crear una propia pauta para el bebé, para poder determinar qué es lo que sí funciona con él.

Bebés de alta demanda, el lado positivo

¿Se convierte el bebé de alta demanda en un niño de alta demanda cuando crece? Según explican las madres que han pasado por esta experiencia, las cosas cambian cuando el empieza a gatear y después a caminar y hablar. Estos tres logros proporcionan al pequeño mayor independencia y capacidad de expresar sus necesidades sin tener que recurrir siempre al llanto, de forma que la intensidad remite en parte. Sears apunta que "las características que tanto agotan y preocupan de los bebés de alta demanda se transforman a medida que crece en cualidades positivas".

"Los niños de alta demanda tienen un gran potencial desde que nacen", resalta por su parte San Martín, quien destaca de ellos su empatía, capacidad de análisis y observación, entusiasmo por todo lo que le rodea y una gran creatividad. Si se está atento y uno se enfoca en los aspectos positivos, "la crianza de un niño de alta demanda puede convertirse en algo increíble", asegura

viernes, 1 de abril de 2016

Como abrir el apetito de los niños

Nuestros hijos, en ocasiones, tienen etapas en las que no quieren comer de la misma forma que lo venían haciendo o que aborrecen ciertos alimentos que antes les gustaban. Este cambio en el apetito de tu hijo puede estar justificado por alguna molestia eventual: salida de los dientes o enfermedad, pero no siempre encontramos una explicación y empezamos a preocuparnos...

La niña de mi amiga no quería tomar la leche, así que su mamá estaba preocupada porque para su correcto desarrollo le habían aconsejado que tomara, al menos, medio litro al día para tener un correcto aporte de calcio.

Pero, no consideró los derivados lácteos que su hija sí tomaba como los yogures o queso. La aversión o hartura de ciertos alimentos es bastante frecuente en los niños, pero siempre podemos sustituirlos por otros cuyo aporte nutricional sea semejante. Es recomendable que aprendamos algo sobre los alimentos más comunes que pueden formar parte de su dieta de tal manera que podamos abandonar unos en favor de otros.

QUE HACER PARA QUE LOS NIÑOS COMÀN

Para abrir el apetito de nuestros hijos y lograr que coman, podemos echar mano de algunos consejos:

- Cambiar alimentos que al niño le resulten más apetecibles, dentro de no permitirle caprichos que no les convengan nutricionalmente. No es recomendable ofrecerles, por sistema, alternativas al alimento que le ponemos sobre la mesa. Si no tiene hambre, que no coma.

- Crear un ambiente agradable y adecuado, aunque sin dejar que el niño se entretenga con la tele, pierda el ritmo o no ubique el acto de comer con el lugar donde comer.

- Hacerle disfrutar la comida y de la compañía. Sentarle a la mesa con nosotros para que se apropie de nuestros hábitos y pueda disfrutar de un momento en familia.

- Respetar el horario natural de sus comidas. Darle de comer cuando tiene hambre, evitando picoteos que le sacien antes de sentarse a la mesa.

- Procurar no ofrecer un plato que rebose de comida. Es preferible que le ofrezcamos menos cantidad y le demos la opción de repetir. La cantidad que a nosotros nos puede parecer razonable, puede ser demasiada para ellos.

- Limitar la cantidad de agua o de pan con las comidas.

- Invitarles a que se coman en primer lugar lo que menos les gusta.

- Hacerle partícipe de alguna responsabilidad culinaria: ayudar a poner o quitar la mesa, preparar algún alimento o, incluso, servirse la comida.

- Hay alimentos que les costará más tomárselos, como las verduras o pescado, así que podemos disfrazárselas en rebozados o dárselas en purés.

- Elogiar sus conductas.

Satisfacer el hambre, desarrollar conductas sanas y conocer los gustos de nuestros hijos, son fundamentales para satisfacer la necesidad diaria de alimentarnos. No debemos vivir con tensión el hecho puntual de que nuestro hijo no quiera comer o aborrezca temporalmente un alimento. Debemos mirar con perspectiva que nuestro hijo se desarrolla correctamente y va adquiriendo hábitos correctos para satisfacer sus necesidades particulares.